sábado, 8 de agosto de 2009

DE SAPOS, GÜEYES Y REYES

Érase una vez , hace mucho tiempo, en una Angelópolis muy distinta a la ciudad de Puebla, 'onde yo nací', una linda chica que tenía fama de llevar una vida besadora... bueno, en realidad esos labios besadores aun existen y han besado a lindos y feos, raros y normales, reyes y güeyes. En fin como se dicen los cuentos: muchos sapos y pocos príncipes. de hecho ninguno.

Esa fama de besadora la adquirió en realidad gracias a su querido amigo y consejero Sanchón, pues era a él a quien le contaba todas sus penas. Sanchón llevaba un registro casi perfecto de cuantos sapos, reyes o güeyes había besado y con más pena que gloria era bien sabido por ambos que hasta ese momento había besado más güeyes que sapos.

Tan conservadora educación había recibido Priscila en casa que sus labios inmaculados -bueno quizá ya no tanto- no querían besar al sapo -o guëy- equivocado -de nuevo. Así que con resolución a Sanchón un día informó:
-De los placeres de la carne me alejaré y por el camino de Dios andaré.

Sanchón un poco consternado y casi incrédulo le contestó:
-¡Oh Priscila! el Señor mis ruegos oyó. Pero cuéntame ¿que te llevó a tomar tal determinación?

Priscila con una tierna pero triste mirada le contestó:
-Hombre para mi en la tierra no hay. Tú Sanchón los has contado bien. Muchos güeyes, algunos feos, pocos sapos y casi ningún rey. Yo creo que el amor para mí no es.

-¡Jamás menciones eso! –dijo Sanchón-, el amor en algún lugar para ti debe estar, pues ninguno de los que has besado lo ha hecho realmente tan mal ¿o si?.

-Sanchón, Sanchón, tú siempre con ánimos para el bueno humor, pero debes saber que en el recuento no saldrás ganador -Priscila contestó.

- El primero que recuerdo es aquel joven encantador. Uno de buenas galas, ese que tanto te quería que, sin razón alguna, hasta de mi se molestó.

-Sí Sanchón lo recuerdo. Recuerdo ese primer beso tan sublime y celestial, con ese beso hasta el cielo fui a dar –dijo Priscila y en su rostro se notaba cierto buen recuerdo, o mejor dicho, sabor de boca-. Lo recuerdo, Sanchón, a ese chico encantador, el mismo que decía quererme y al final con otra me engañó. Ah! Sanchón sin ti y tu hombro el llanto no habría soportado

- Bueno- dijo Sanchón- no siempre lo que se ve es lo mejor. A pesar de ser encantador no dejaba de ser un albañil pecador que hasta una cachetada se ganó. Probemos con otro. Recuerdas aquel Jefe de buenos sentimientos?

-¡¡¡Claro!!! Cómo olvidar al Jefe Ciego –dijo Priscila suspirando mientras Sanchón la veía – recuerdo aquella noche en que su boca me besó, aquella noche estrellada en la torre mayor. Sus besos de ensueño, sus caricias suaves son, pues aun hoy las recuerdo y se estremece mi corazón.

- ¡Ah Priscila! Él mismo te ha de recordar con cierto cariño y un poco de pesar.

- ¿Pesar Sanchón? ¿Por qué lo decís de esa manera? ¿Acaso no fue él quien terminó la besucona relación?, ese Jefe Ciego… – y con un suspiro hondo Priscila escuchó a Sanchón-

- Con pesar, Priscila, porque tú al cielo lo llevaste y a Dios lo acercaste aquella tarde de domingo en que dichosos huyeron a un rincón apartado del mundo entero.

- Sí, Sanchón. Cómo olvidar esa tarde en que juntos la pasamos y de alegría convulsionamos… Pero sigamos nuestro recuento, ¿a quién más tienes en mente?

- ¿Uno más? Que tal aquel que caballero andante, con sombrero de ala ancha, macho, pelo en pecho que le llegaba hasta la nariz, aquel que se decía era pariente de un zapatista, ¿o un villista? y que buscaba un amor, un amor que creyó encontrar en vos. Para más señas de él, es aquel que no quería ni pagar un café.

- ¡¡Oh Sanchón!! Grande es mi desgracia pues aun cuando no le quería dispuesta estuve hacer cuanto él me decía. Sus besos fueron… -hizo Priscila una pausa y lo pensó- … cualquier cosa sin intención. Reflexionando mejor, él de la menor importancia en mi vida careció, pues sólo era el querer a alguien con quien pasarla mejor. Mi amiga Mana, su vecina, me lo advirtió: “es un hombre terrible, no tengas relación con él”, pero prefería hacer caso a su hermano mayor: “buen muchacho mi amigo es, de lo mejor que puedes ver”.

- Ese último que recuerdo, ese hombre vil y siniestro, aquel engañarte no pudo porque era muy tontejo. Un hombre que quiso embelesarte y un hijo clonado enjaretarte. Pero, Priscila, ni un pelo de tonta tienes… bueno quizá dos o tres, pero sólo eso. Al menos de ellos te has librado y tu decisión has tomado.

- Si Sanchón, pero gracias a ti he recapacitado. Seguir el camino del Señor había decidido, pero ahora he comprendido que llevar a los hombres al cielo es mi destino...
AMÉN.

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