domingo, 30 de septiembre de 2012

Rescatando Hábitos



A JARM por regalarme la oportunidad de leer un buen libro

Conocí a alguien que solía andar con muchos libros: libros en la mochila, en las manos, en las bolsas del saco, libros, libros, libros. Siempre cargaba más libros de los que leía. Cuando alguien le preguntaba por qué, él contestaba que los libros debían salir a pasear y no quedarse guardados en un librero. Confieso que muchas veces pensé que estaba mal pero aun así siempre respete esa extraña costumbre suya, la cual supongo debe seguir teniendo.

¿Por qué inicio con esto, querido lector? Lo recordé tras terminar la lectura, hace unos minutos, de un libro que llegó a mis manos como regalo de cumpleaños y del cual, debo confesar con honestidad, no esperaba mucho pues el título no me atraía, sin embargo decidí leerlo, como (casi) todo lo que llega a mis manos. Empezó como un libro de niños y no le tomé mucho interés, pero poco a poco fue cambiando.

¿El nombre? El libro Salvaje de Juan Villoro. Me reservaré muchos detalles por si tu curiosidad por este texto se despierta al leer estas escuetas líneas. Lo que sí diré es que el Tío Tito introduce a Juanito, el protagonista, al hermoso mundo de los libros y las lecturas enseñándole lo mucho que puede aprender de ellos, que un lector es capaz de cambiar la historia de un libro –enriqueciéndola o empobreciéndola- al encontrar diferentes detalles; le enseña que los libros tienen vida por sí mismos, que se mueven y cada libro es diferente y por ello el tipo de hábitat de cada uno es diferente, pero lo más importante de ello es hacer que los libros se sientan en familia y no porque pertenezcan a una biblioteca sino porque forman parte de uno mismo y por eso es necesario cuidarlos, tomarlos, verlos, acariciar sus páginas con los ojos, moverlos, releerlos y por qué no hasta sacarlos a pasear.

Sumado a lo anterior debo confesar que, a pesar de las bajas expectativas que tenía del libro, me hizo recordar algo que, ya por el trabajo o hasta por flojera, había dejado de hacer a menudo: leer de una manera apasionada para que, al terminar, tuviera esa linda-triste-extraña-confusa sensación que siempre tengo al terminar un libro, la sensación que uno tiene al despedirse de un buen amigo que saldrá de viaje por tiempo indefinido, esa sensación que se lleva una parte de tu esencia.

Llámame loca si quieres pero debo confesar que me hizo recordar el motor que, por mucho tiempo, movió mi vida y me llevó a estudiar Letras; reaprehendí una actividad que no debo dejar escapar porque alimenta mi mente y espíritu y sobretodo porque tengo a alguien en casa que, según dicen, siente la misma afición que yo por los libros: mi sobrina.